sábado, 5 de octubre de 2013

antes ganaba la batalla. ahora ya no.



quiero compartir hoy con vosotros mi sensación en carne cruda. lo que ocurría por dentro. lo que realmente estaba pasando en ese momento en mi cuerpo y lo que pasaba por mi mente mientras todo fuera transcurría con absoluta normalidad.
y así quizá sea capaz de explicar como un pico (una subida repentina) de dolor puede empequeñecer un momento tan grande como era ese para mi.


no soporto el dolor. el físico per se si que lo soporto. puedo asegurar que convivimos bien. tanto el de las cicatrices, que me rozan constantemente y arden, como el interno neuropático, que arde más aún. este dolor soy capaz de soportarlo.

digo que no lo soporto por no dejarme disfrutar o ser plenamente consciente. porque acapara gran parte de mi atención. porque tiene la capacidad de entrar como en un elefante en una cacharrería en un momento importante, y bonito. ese pico de dolor que, como siempre, me pilla desprevenida

no hay acontecimiento bonito que no quede oscurecido por ese guiño que hace mi cuerpo. en todos y cada uno de los buenos recuerdos de mi vida. siempre el dolor hace su aparición estelar. y normalmente, en el peor momento posible (no podía ser de otra manera, por supuesto).

no niego que hay momentos en los que me hace enfadar mucho y sentir ira y una frustración desmedida. pero el ejercicio real es el de asimilar y controlar la sensación. luego, comencé a  sentirme bien, muy bien. ana y javier entendían de verdad lo que todo aquello suponía para mi, y les agradezco infinito el cariño y el respeto. estaba muy nerviosa. llegué tarde porque me quedé atrapada por una manifestación en la calle princesa.

el dolor pega el latigazo de inmediato. y como era de esperar,  tenía que ser en un momento así. de nervios, con mucho estrés porque ya había abierto la feria y el teléfono no paraba de sonar, y por supuesto, la propia presión lógica del momento, de estar en la radio, y de ser la primera vez … claro… sube el dolor. a tope. a lo bestia. superaba el 8 con holgura en ese momento.

si, siempre se en qué numero de dolor estoy. es algo a lo que me he acostumbrado tras dar el dato una vez. y otra vez. y otra vez. ya lo mido por números. del 1 al 10. y a los estados físicos y emocionales en los que me encuentro, muchas veces les pongo nombres de músicos o grupos musicales.

viernes, 13.35h. 
miraba el reloj del móvil. se me iba la cabeza. estuve unos minutos sentada en el estudio con javier y mis compañeros. totalmente bloqueada mentalmente, mientras todos los demás estaban con el ajetreo, las prisas, intercambiando conversaciones. sonando hiphop de fondo.

hostia...ese hiphop me irrita, lo confieso. demasiado estimulante. cuando estoy por encima de un 8 de dolor, sinceramente, me irrita casi todo. no es solo el hiphop.

la luz del propio estudio me molestaba mucho, me parecía que aquellas luces fueran focazos, como si me dispararan muchos flashes directos al cerebro….  todo me parecía muy ruidoso, estridente.

cuando paso del 7,5 estoy hipersensible. todos los estímulos sensoriales me molestan. todo me irrita. estoy calada de tanto sudar, me siento muy irascible y me entra una especie de miedo. y me hago muy pequeña, todo me sobrepasa.

en ese momento, viernes a las 13.35h habría parado el mundo. lo habría parado todo por unos instantes. unos minutos. me habría tumbado en la moqueta. sonaría SigurRos, y podría respirar profundo y beber algo calentito. hasta que la mente callara un rato y el cuerpo me diera una tregua.

esto  es algo que me pasa a menudo. quiero pararlo todo para tomarme unos segundos. para poder hacer una composición real de todo lo que ocurre alrededor mientras siento esa sensación de que todo se me va de las manos, porque todo pasa muy deprisa y no me da tiempo porque toda la mente está ocupada con ese zambombazo.

poco a poco, logré situarme y recuperarme. reubicarme. porque siento que pierdo la noción de la realidad. porque el dolor ha hecho un acto de aparición que lo ha nublado todo. porque todo lo que importa en ese momento, es ese espacio del cuerpo que arde, el dolor punzante. como si alguien te clavara un cuchillo dentado y afilado y le diera vueltas sin parar, con alevosía. todo el rato. y otro cuchillazo, y otro. y otro. y no puedo pensar ni tan siquiera escuchar algo que venga de fuera. este ruido y cómo me arde el cuerpo. lo acaparan todo.

empecé a respirar, cerrando los ojos. intentando no dar la sensación de falta de respeto ni querer preocupar a nadie. poco a poco lo fui consiguiendo. respirar y focalizar toda mi atención en otro lado. dejar ir el dolor y dejarme ir. como si estuviera allí sola y no pasara nada. y todo fluyó. justo en ese momento, escuché, por sorpresa, las primeras notas de olafur arnalds y la voz de ana leyendo algunos fragmentos escritos en la primera entrada del blog. quizá muchas veces se trate de realizar realmente ese ejercicio mental y físico y tener la intención real. si no lo intento, desde luego que no le gano.

entonces ya comencé a sentirme serena. recuerdo como si fuera ahora. me balanceaba en la silla, sonaba algo que me reconfortaba, como si estuviera acurrucada en mi colchón. y estaba dentro de mi área de confort. no se me olvida esa ultima respiración antes de comenzar a hablar. mientras sólo tenía la mente centrada en la melodía. tras las primeras palabras, ya todo tiene mucho sentido y el pánico desaparece. aún no he podido escuchar el podcast del programa, mañana.

lo bueno, el final feliz del cuento, es que a pesar de lo que ocurre por dentro, me quedo con un gran sabor de boca. y ese dolor no ha ganado. he podido seguir y llegué a disfrutarlo.
esta es la parte de positiva, la que merece la pena dentro de esta vida intensa, que sabe agridulce. y poder tener la capacidad de hacer el ejercicio reflexivo en medio del caos físico y mental.

antes ganaba la batalla. ahora ya no. 

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