jueves, 23 de enero de 2014

tiempo para el camino


















no me está resultando fácil. lo reconozco, y a veces da mucho pánico, da miedo. mucho respeto.
tantas veces hemos oído hablar del cambio, de salir de la zona de confort. sobre el papel todo parece precioso, y que vas a tener una fortaleza brutal para salir de ese lugar que, aunque no te estaba sentando bien, era en el que ya estabas acoplada.

y si, echo mucho de menos mi "antigüa" vida, muchas partes de todos esos años de mi vida.
lo he pasado muy bien trabajando, he sido tan afortunada de poder hacer siempre lo que he elegido, de no haber tenido que pedir trabajo jamás, y que jamás me haya faltado. lo habré hecho a veces mejor, a veces peor. y cuando ahora me pongo a "limpiar" algunos recuerdos y dejarlos ir, me doy cuenta y me pregunto cómo eras capaz de hacer semejantes barbaridades, con un cuerpo así, y el descontrol absoluto de medicaciones brutales, osea, drogas.

el tiempo va pasando y la vida se va acoplando. hay gente que tienes claro, muy claro que quieres en tu vida. y otras que a pesar de salir de la zona de confort, seguirán ahí (aunque sigan dentro). del resto, la verdad es que tengo pocas ganas de compartir nada, no voy a mentir.

más que nada, porque por un lado y aunque no lo pareciera, me cuesta mucho forzar las situaciones de rrpp del negocio de la música, de una industria dura y que maltrata a muchos niveles. ahora he tomado la perspectiva perfecta para darme cuenta que puedo trabajar en lo que realmente me apetece, y el tiempo que invertía en proyectos nada interesantes, todo ese vacío que ha dejado esa ponzoña, lo ha ocupado algo muchísimo más interesante.

veréis. con 11 años me caigo, se rompe mi coxis.
desde entonces los traumatólogos se vuelven medio locos intentando salvar el hueso, porque la caída (desde una altura de casi 3 m, patinando además) fue tan fuerte que se machacó, literalmente.
recuerdo las rehabilitaciones interminables, las infiltraciones en el hueso que me dejaban luego unos 3 días bocabajo muriendo de dolor, aquella bañera en un centro de recuperación enorme, de metal con una salida de agua a presión de unos 20 cm de diámetro. el dolor de ese chorro de agua contra el hueso roto. no tendría más de 16 años. y poníamos esperanza en algo nuevo, pero nada funcionaba. creo que he visitado todos los médicos, terapias y terapeutas que existen en esta ciudad y en parte de europa.

tras quitar el coxis (hubo que hacerlo porque la situación era insostenible), se queda un dolor crónico en la zona, cada vez más fuerte. Dolor crónico neuropático.
muchas veces ni yo misma podría localizar el dolor. si puedo explicar que por ejemplo, ahora mismo siento como si tuviera una estaca de acero ardiendo en la espalda y alguien la retuerce. pero prefiero focalizar mi atención aquí, y compartirlo mejor que prestarle más segundos de los que ya ocupa a lo largo del día.

de unidad de dolor, en unidad de dolor. 20 años, agotada física y mentalmente. mi cuerpo sin coxis era extraño y encima dolía muchísimo. pero yo seguía con mi trabajo, con mi frenético ritmo de vida (y cada vez me doy más cuenta que vivía tan al límite porque necesitaba agarrarme a algo que fuera tan intenso que superara el dolor, y así fue). pero este modo de vida casi me hace perder la mía propia.

he de decir que me encuentro en un momento muy cómodo y siento, por otro lado, que necesito un descanso de este mundo, que ahora mismo, desde esta perspectiva, me parece totalmente injusto para con el trabajador. pero es que he vivido como los empresarios lo hemos pasado aún peor. y no merece la pena dejarse la vida física, emocional, social y de pareja. ya lo he vivido, he disfrutado millones y me ha hecho seguir viva, pero ahora necesito un parón. porque hay algo más que me llama.

vuelvo al timeline de mi historia clínica:
en una de las unidades de dolor es cuando ocurre la auténtica barbaridad: me someten a un proceso de hipermedicación a base de morfina, trankimazines, lyrica, antidepresivos, antipsicoticos, etuminas y mil cosas más.... que casi acaban con mi vida. sobrevivir aquello fue algo glorioso, que lo hice por inercia y porque mi cuerpo es fuerte. y ahora doy gracias.
tras someterme a un proceso de desintoxicación muy muy fuerte, la deshabituación a la morfina y el trankimazín fue un auténtico infierno (del que también me gustaría compartir próximamente en otro rato) y muchos días lo echo de menos. porque es el botón fácil de no sentir nada, de apagado. pero es pan para hoy y hambre para mañana, y encima, resulta mortal.

pido de inmediato el cambio a otra unidad de dolor, donde lo que recibo es todo lo contrario: muchísimo apoyo, intentamos por todos los medios: sillones donde por vena y durante hora ponían un líquido del que no recuerdo el nombre, luego pasamos a las infiltraciones, no recuerdo el número de ellas y por último, y como última solución era la implantación de dos neuroestimuladores en mi espalda. básicamente, para que todo el mundo lo entienda se trata de dos baterías que con unos cables pinzados a los nervios dañados de la zona sacra mandan una señal constante al cerebro para que éste note menos dolor. y yo llevo un mando a distancia para bajar o subir la intensidad. o para apagarlo al entrar en bancos, o en arcos de seguridad.

si, soy una mujer cyborg.

los neuroestimuladores han sido útiles, y ha disminuido el dolor. el problema es otro: mi delgadez y estilo de vida en continuo movimiento, ha hecho que haya tenido que pasar tantas veces por el quirófano: cambio de una pila, cables que se sueltan, infeccion de heridas, cables que se vuelven a soltar. pero el mayor problema ha sido que la delgadez está produciendo heridas en la espalda. intentaron realizar una operación junto a uno de los mejores cirujanos plásticos de este país, que consiguió sacar algo de grasa de mi cuerpo y colocarlo encima de las pilas, para que no se me clavaran, estuvo colocando grasa sobre el hueso sacro, para que no me lo clavara tampoco al sentarme como hasta ahora, y por otro lado, limaron el propio hueso para que esas pequeñas esquinitas que tiene el propio sacro, no me las clavara. esto fue en junio de 2013. y aún me duelen mucho las heridas. mucho, mucho.

por lo que, lo que comenzó con un dolor en la zona del coxis, ahora se ha ampliado a media espalda llena de cicatrices, aparatos por dentro del cuerpo y más zona del cuerpo tocada y hundida.

como cada vez tengo más claro que el dolor de espalda, la fibromialgia van a estar a mi lado el resto de mis días (porque ya no quiero hacerme más falsas esperanzas) mi cerebro y mi vida tendrán que aprender a vivir, y siempre con una sonrisa (o en la medida de lo posible) con ello. y es por eso, que he decidido dar un cambio, y dejarme llevar, y sobre todo cuidarme, quererme, pararme a pensar y sentir, asimilar todo ese caos y sobre todo, descansar (que por mi trabajo había sido algo impensable desde los 18 años) y buscar el mejor modo de vida para una persona como yo: que parece un fortísimo dolor, pero tiene tantas ganas de vivir y hacer cosas hasta que no me quede un ápice de fuerza, haciendo lo que sea...

así que, en el mes de agosto decidí bajar mi medicación de opiáceos (lo pasé horrorosamente mal, y flipariais si fuerais realmente conscientes con el nivel de adicción al que nos someten), y con la ayuda del cannabis, he pasado esta etapa.
ahora, y tras mucho meditarlo, he decidio junto con mis médicos (que son conocedores y me apoyan en mi tratamiento con cannabis, y más en un caso tan extremo como este) retirar las pilas de mi cuerpo y ver qué pasa.

ellos creen que no voy a ser capaz de aguantarlo, y que han sido tres años con las pilas, con el cerebro acostumbrándose a esa señal que le engañaba. y no digo que no tengan razón. no digo que no vaya a ser tremendamente doloroso, pero voy a por ello.

el martes tuve el preoperatorio, mañana me verá el anestesista y todo sale sobre previsto, creo que dentro de 15 días volveré a ser una persona en estado natural, y sin ningún tipo de aparato dentro del cuerpo, que también tiene su aquello psicológico. y también me he reído, hemos hecho muchos chistes y he animado a varios enfermos a probarlas, porque son útiles. hasta que te las clavas por dentro y te hacen unas heridas tales...

así que vuelvo a tomar otro camino.
he intentado paliar el dolor con estos neuroestimuladores o pilas, pero por causas no relacionadas con su efectividad, sino su incomodidad en mi cuerpo

y seré muy feliz cuando deje de enseñar mis cicatrices en todos los aeropuertos y contar mi vida a esos prosegures cotillas.

veamos cómo va todo.a partir de ahora tendré mucho más tiempo para relatar cómo va todo. la operación, la sensación de que desaparezca de mi cuerpo todo ese cableado y pilas que se pueden tocar a la perfección con la mano. a ver qué sensación es volver a tener la espalda normal al tacto (a pesar de las cicatrices)